No obstante, el accionar de las organizaciones transnacionales no ha dado los resultados esperados. Muchos de los acuerdos alcanzados en los foros mundiales no se cumplen en la práctica, lo que genera desconfianza y desasosiego dentro de la comunidad de los países menos desarrollados. En el aspecto meramente económico el Estado-Nación, especialmente en los países menos desarrollados, ha venido perdiendo cada vez más el control de las principales variables macro, al punto que las políticas deben diseñarse no solamente a partir de los entornos internos, sino, fundamentalmente, teniendo en cuenta los cambios a escala internacional, los cuales son controlados por el capital transnacional. Como señala un autor, “en la época de la Globalización los Estados Nacionales y sus Gobiernos dejan de tener el protagonismo de antaño: son sólo necesarios para mantener el orden social y político, pero ya no lo son para el proceso económico” y su intervención incluso es considerada un estorbo para el proceso globalizador. En realidad, el protagonismo de los Estados y sus gobiernos “es asumido ahora por poderosas entidades financieras internacionales y los no menos poderosos consorcios multinacionales”, que son los verdaderos protagonistas de la Globalización. Como consecuencia, el autor considera que “la política debe de abandonar su influencia en la economía” (MUNIESA, 2001)
De todas formas, como señala Ocampo, “la globalización no ha renunciado a los Estados nacionales como unidad básica de articulación de las sociedades, pero los ha debilitado. Les sigue entregando la inmensa tare de manejar múltiples temas económicos, sociales y políticos para los cuales no existen instituciones eficaces a escala mundial, pero les otorga cada vez menos instrumentos y márgenes para hacerlo”. (OCAMPO: 2001c)
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