jueves, 8 de octubre de 2009

La nueva división internacional del trabajo

Lo que se desprende del análisis de las tendencias mundiales de la producción, la inversión, el comercio, el flujo de capitales y de información, es que nos encontramos frente a una mayor profundización de la división internacional del trabajo, con nuevas formas de integración interregional e intra-regional, intersectorial e intra-sectorial. Las formas más avanzadas de integración se dan al interior de la Unión Europea, y en menor medida dentro del Nafta y en el bloque asiático. Estos procesos son liderados tanto por los gobiernos como por las empresas. En cuanto a los flujos intrasectoriales, según Petit y Soete, estos son de dos tipos: “aquellos que son el resultado de la diferenciación de los productos (una creciente mezcla internacional de marcas) y aquellos que parten de una especialización cualitativa entre los países asociados para la producción de un determinado producto”. En el primer caso, se da una especie de diferenciación horizontal de los productos, resultado de la integración económica entre países más desarrollados. En el segundo caso, se da un especie de diferenciación vertical, como resultado de la “tendencia de las economías con diferentes niveles de desarrollo a aprovechar ya sea los costos de producción más bajos o las mejores capacidades organizativas y de innovación para producir productos de bajo precio o de alta calidad” (PETIT y SOETE, 1999).

De acuerdo con Di Filippo, en la actualidad “el comercio intersectorial d manufacturas por productos primarios ya no define esencialmente el relacionamiento económico entre centros y periferias. La globalización económic mundial privilegia las formas del comercio intrasectorial (intraindustrial) e intrafirma de bienes y estimula el comercio de servicios. Lo términos de intercambio de manufacturas por productos primarios constituyen un tema de importancia económica decreciente”(DI FILIPPO1998). En realidad, esta tendencia se da fundamentalmente al interior de la división transnacional del trabajo y no en la estructura de los intercambios comerciales de los países menos desarrollados, los cuales, en su gran mayoría, continúan dependiendo de la exportación de bienes primarios para poder tener presencia en los mercados internacionales, en condiciones desventajosas. Precisamente, parte de los debates dentro de la OMC gira alrededor de la exigencia de un tratamiento más equitativo para los productos agropecuarios provenientes de los países en desarrollo. Igualmente se ha modificado el proceso administrativo de la cadena productiva a escala mundial. Según Reich, “las nuevas redes de organización empresarial de “alto valor”, que están reemplazando a las viejas estructuras piramidales centralizadas –de alto volumen-, se están extiendo por todo el mundo”(REICH, 1993:114). Si en el viejo esquema administrativo todos los procesos se controlaban desde la oficina central en el país de origen que, como en el caso de Norteamérica, “más allá del proceso efectuado en el extranjero hasta llegar al producto final, la labor más compleja –diseño, fabricación de los componentes clave, planeamiento estratégico, financiamiento y marketing- se hacía en los Estados Unidos y a cargo de norteamericanos”, en las condiciones de las redes empresariales de “alto valor” “este tipo de control y propiedad centralizados es imposible de llevar a cabo” (REICH, 1993: 115).

En el nuevo esquema de división internacional del trabajo las mercancías han perdido su nacionalidad y ya no pueden considerarse estrictamente como de un país en particular. Como señala Reich, “en la economía tradicional de alto volumen la mayoría de los productos –como las compañías de las cuales provenían-tenían diferentes nacionalidades. Más allá de las fronteras nternacionales que debían atravesar, su país de origen –el sello de la industria que habitualmente se imprimía en ellos-jamás se puso en duda. La mayor parte del trabajo que requerían dichos productos se hacía en un sitio, simplemente porque las economías de escala necesitaban un control central”. En cambio, en la nueva economía de alto valor, “los productos se pueden fabricar eficientemente en diferentes lugares, y armarse de múltiples maneras a fin de satisfacer las necesidades de los consumidores en diversos lugares” y “los recursos financieros e intelectuales pueden venir de cualquier parte y sumarse de inmediato” (REICH, 1993: 116). Esto se facilita cada vez más gracias a las nuevas tecnologías de información y comunicación y de los sistemas de transporte. Según el autor, en las “redes mundiales” los productos no son más que “combinaciones internacionales”. Lo que se intercambia con mayor frecuencia entre las naciones no es tanto el producto terminado como “la especialización para resolver los problemas (investigación, diseño del producto, fabricación), para identificarlos (marketing, publicidad, encuestas al consumidor), y para coordinar los servicios (financiamiento, búsqueda, contrataciones), así como ciertos servicios y componentes de rutina, todo lo cual se combina para crear valor” (REICH, 1993: 117).

Sin embargo, la profundización y desarrollo de las “redes” mundiales de producción de lejos no significa la globalización de los mercados. Como señala un informe de la CEPAL, en el terreno económico la dimensión más relevante de la actual situación a escala mundial es “la globalización incompleta de los mercados”, como resultado de los cambios tecnológicos, así como “de la planeación crecientemente global de la producción y el mercado por parte de las grandes empresas transnacionales, de la reestructuración de los procesos productivos (la ruptura de las “cadenas de valor”, que permite hoy realizar en sitios muy diversos fases de procesos antes localizados en un mismo sitio), y de la interacción de todos estos elementos con los cambios institucionales que los han acompañado”( CEPAL, 2000a : 46). El problema de fondo en todo este proceso es el protagonismo de un pequeño grupo de países altamente desarrollados, al tiempo que la mayoría de las naciones en desarrollo deben conformarse con el papel de actores pasivos frente a la estrategia transnacional de dominio planetario.

De esta manera, el factor predominante en la actual división internacional del trabajo continúa siendo el control de la producción, el comercio, los flujos de capital financiero, la inversión y, lo que es más importante, los mayores avances tecnológicos, por parte de las empresas transnacionales, o que de hecho ha modificado sustancialmente el ordenamiento mundial, configurando una especie de división transnacional del trabajo, bajo la cual los procesos productivos y sus resultados aparentemente pierden la nacionalidad, debido a que el producto se elabora al mismo tiempo en varios países, pero parcialmente20. Aparte de este control (el cual corresponde no solo al presente), lo que más llama la atención es el contenido estructural de dicho proceso, más concretamente, “la importancia que en estos flujos están adquiriendo las denominadas operaciones internas de una red global en expansión: el intercambio de insumos y de bienes tecnológicos (resultados de la investigación y desarrollo) al interior de la empresa transnacional global, la cual se entiende no sólo como una empresao conjunto de empresas ligadas por un centro de control financier común”21, sino también como "una compleja y extendida red de relaciones de competencia y colaboración (alianzas estratégicas) y que progresivamente se van integrando en vastos conglomerados o sistemas complejos de interdependencia en donde las tareas de investigación y desarrollo, las de producción, mercadeo y financiamiento se van compartiendo y configurando entidades económicas y organizacionales de vastas proporciones y de singulares atributos."22 Se trata en realidad de un esquem avanzado de acumulación capitalista transnacional, que lejos de eliminar las viejas contradicciones las reproduce en forma ampliada, adicionando nuevas formas de dominio y control.

Se estima que en 1997 doscientas de las llamadas empresas globales aportaban el 33% del Producto Bruto Mundial, frente a un 24% en 1982. Si tomamos las primeras quinientas firmas en todo el mundo esta participación alcanzaba el 45%. En general, se calcula que el conjunto de las empresas transnacionales (aproximadamente 35 mil) pueden estar generando el 65% del Producto Bruto Mundial. La mayoría de estas empresas tienen su sede en los países más desarrollados, especialmente los pertenecientes al grupo de los siete (G7).

En este nuevo esquema de división transnacional del trabajo, los paíse menos desarrollados tienen pocas opciones de insertarse en los mercados mundiales de manera independiente y deben hacerlo cada vez más en calidad de apéndices económicos ( y políticos) de las grandes empresas trasnacionales y sus países de procedencia, de acuerdo con el esquem trazado por ellas y con la implacable competencia, condicionada por las tecnologías de punta. Solo aquellas naciones que inviertan mayores recursos en investigación y desarrollo, en infraestructura y en educación, podrán ofrecer mejores condiciones para que las empresas ejerzan el liderazgo tecnológico. Por eso, “la riqueza nacional pasará a aquellas naciones que desarrollen un amplio espectro de habilidades que se complementen entre sí” (THUROW, 1996: 89).24 Igualmente, los incrementos de la productividad laboral y su distribución internacional dependerán cada vez más del conocimiento, favoreciendo a los trabajadores calificados en las tecnologías de la información, en detrimento de los escasamente calificados, los cuales son confinados “a tareas rutinarias en la producción de bienes y servicios”(DI FILIPPO, 1998).

El resultado del creciente proceso de concentración mundial de la producción y del conocimiento en un puñado de países más avanzados, ha sido el aumento de las desigualdades en todos los sentidos. En 1997 el 20% de la población más rica, residente en los países de renta alta, participaba en el 86% del producto bruto mundial, al tiempo que en el otro extremo e 20% de la población más pobre, residente en los países de renta baja, participaba en tan solo el 1% del mismo. Igualmente, en ese mismo año al primer grupo de países ricos le correspondió el 82% de las exportaciones mundiales y el 68% de la inversión extranjera directa mundial, al tiempo que al grupo de los más pobres solo le correspondía el 1% por ambos conceptos. Similar situación se observa con relación al uso de las líneas telefónicas y a la conexión a Internet: 74% y 93% para el primer grupo, y 1,5% y 0,2% para el segundo, respectivamente (NAYYAR, 2000:11). Tal como señalo en otro escrito “para 1999 los 28 países más desarrollados, con el 15.5% de la población mundial, generaban el 57.4% del PIB y controlaban el 77.6% de las exportaciones de bienes y servicios a escala planetaria. Dentro de estos 28 países los 7 más industrializados, conformados por Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Canadá, con el 11.6% de la población mundial, generaban el 45.8% del PIB y controlaban el 48.9% del comercio. Al otro extremo, 128 de los llamados países en desarrollo, con el 77.7% de la población mundial, generaban el 36.8% del PIB y participaban con tan solo el 18% de las exportaciones de bienes y servicios”(ROMERO, 2001: 60). Este proceso ha conducido a la consolidación de una especie de oligopolio mundial. Como señala un autor, “las firmas y países que constituyen este oligopolio mundial establecen relaciones con las diversas regiones del mundo fuertemente asimétricas y jerarquizadas, y constituyen un espacio de interdependencia y feroz competencia basado en la expansión mundial, las inversiones cruzadas y la concentración derivada de adquisiciones y fusiones entre estos grandes grupos que en general son originarios de alguno de los polos de la Tríada”(ROMERO, 1998).

Como ya observamos en relación con la IED, uno de los principales rasgos de la economía mundial en la actualidad es el auge de los flujos de capital, en comparación con el flujo de mercancías. Se trata de capitales cada vez más especulativos, que atentan permanentemente contra la estabilidad monetaria mundial y en especial contra la estabilidad de las economías menos desarrolladas.25 Es por culpa de estos capitales que se desataron las crisis de Asia, Rusia y América Latina en la década pasada. Debido a que estos flujos no son regulados internacionalmente su impacto es aún más negativo; de ahí que el mayor peligro a que se enfrentan las economías más atrasadas se ubique en la esfera monetaria. Según Félix, el argumento teórico para globalizar la libre movilidad de los capitales especulativos se fundamenta en una supuesta eficiencia de los mercados, libres de la ingerencia de los gobiernos. A partir de este supuesto, los mercados de capital optimizarían “la determinación de precios de los activos de capital y la asignación eficiente de los recursos susceptibles de invertirse”; cualquier resultado insatisfactorio dependería no tanto del mercado, sino de políticas erradas o de factores exógenos imprevistos, mtales como fenómenos naturales o políticos (FELIX,1998). La realidad es que la creciente terciarización de la economía, sustentada en la especulación financiera a escala mundial, se constituye en uno de los principales factores que no solamente desestabilizan el funcionamiento de las economías sino que contribuyen a profundizar las desigualdades entre los países.26 A este proceso ha contribuido el negocio del narcotráfico, que moviliza enormes cantidades de dinero alrededor del mundo.



Pero más allá de los cambios cuantitativos en la estructura de la economía mundial, lo que realmente caracteriza a la actual etapa del desarrollo son los cambios cualitativos, iniciados a partir de la década del cincuenta, más conocida como la época dorada, en el siglo XX. Es allí donde se origina la fuente principal de supremacía de las economías más desarrolladas sobre el resto del mundo. Por eso la principal ventaja de esas economías se ubica en el campo del conocimiento, materializado en los más importantes adelantos tecnológicos del momento y en el alto valor agregado tecnológico contenido en los bienes y servicios que producen y comercian. Los cambios tecnológicos surgidos después de la segunda guerra mundial en el siglo XX, modificaron profundamente la forma en que funciona la economía global tradicional. Esto a dado pie para que actualmente se hable de una “nueva economía”, liderada por los Estados Unidos de Norteamérica.

La nueva economía es vista ante todo como el conjunto de empresas y sectores económicos “estrechamente asociados con la revolución tecnológica digital y con el crecimiento de la Internet” (MONTHLY REVIEW, 2001). A diferencia de la era industrial de producción masiva, la “nueva economía” se caracteriza por el desarrollo de producciones flexibles, capaces de reaccionar oportunamente a los cambios del mercado.

Este esquema, llamado por algunos “postfordismo”, ha sido posible gracias a la introducción de las nuevas tecnologías en los procesos, haciéndolos cada vez más “inteligentes”. Al tiempo que se producen cambios profundos en la manera como funcionan los negocios, en el mercado laboral ha surgido un sinnúmero de nuevas profesiones, asociadas al manejo y desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación e información.


De otro lado, al tiempo que avanza el proceso de concentración del conocimiento y del capital mundiales en un puñado de potencias, en los países, especialmente en los menos desarrollados, se reproduce constantemente la economía informal, ante la incapacidad de la economía convencional de generar los puestos de trabajo necesarios. Cientos de miles de personas, carentes de garantías laborales, con ingresos mínimos e integrados indirectamente al capital transnacional y a la llamada economía subterránea, sobreviven en la jungla del capitalismo salvaje. A estos grupos sociales la globalización les llega por la puerta de atrás, a través de los representantes de las compañías extranjeras y de toda una constelación de distribuidores que tienen en los informales una fuente inagotable de fuerza de trabajo supremamente barata.

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